domingo, 15 de marzo de 2020

Mi cuerpo tomó la decisión.

Pude percibir que mi cuerpo tomaba una decisión y le tuve que creer para salir vivo. Tal vez fue el regreso del deseo o el placer del desborde, los cuerpos se conducen con ligereza al derribar un muro. La roca con su pesar sacude la arteria buscando cambiar mi dirección, el cuarzo respira sobre mi pecho. No hubo gravedad en el desorden sino alivio de burbujas que revientan. Hacia la ventana hay un almanaque olvidado adornando la pared que te acompaña hasta la puerta, esa aparente fuga no engaña a nadie. 

Sorpresiva fue la determinación del colapso, la disputa tomó vida y el meteorito extintor ya no era un problema. Los razonamientos tomaron su verdadera dimensión de absolutas estupideces, ahí nomás escuché una risotada de niño y le creí sin dudarlo. Queda claro que discutirle al corazón es una tarea mortal.