lunes, 13 de enero de 2020

Cada pie va hacia el suelo

Nuestra sangre debería ser jugo para la tierra y no lubricante para motores. La sensualidad fabricada por científicos del deseo, autómatas de violencia floreada que no captan nuestro carnaval de afecto, esta joda del defecto.

Porque acá se pone lo que hay que poner, cada pie va hacia el suelo de barro, entre los dedos un cóctel de agua y tierra que usamos de maquillaje bestial, así adornamos nuestra mirada. Contemplar el viento mecedor de frutos que repelen guadañas, plagas del progreso afilado, estamos admirando como no podrán llevarse las cosechas. Marionetas de demonios, ángeles que caen como pícaro aguacero y Dios no está invitado. Arañando la cascada lunar que esquiva nubes, con olfato lazarillo buscamos la dulce humareda, hacia el polvo vamos. 

Sabes que los tropiezos son pasos apremiados, el apuro de las copas derrotadas, un capitán borracho con pata de palo y sonrisa de nogal, sin mapas ni derroteros, nos enseña a resbalar. Se suman pechos de tambor a una murga que conversa con las olas, todos los corazones responden una llamada. Tu cintura deja el aire saladito, cada quien trae condimentos, con cuchara hasta el fondo revolvemos la corriente pero el hambre queda, el hambre no espera. 

Quien no se mueve, el elegidor de vigilar y sentenciar, usará sus cadenas para ahorcar su propia dignidad; ni las piedras son tan vigilantes, hasta las valdosas pueden derribar un policía. Recordar eso es motivo para este movimiento, mañana vamos a la plaza, donde no vamos a jugar.

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