Venimos a recordar. Caminamos por el barrio, por las mismas
calles, queremos perdernos para descubrir una esquina sin restos de botellas cortadas
o cigarrillos testigos de cierta felicidad. Un rincón jamás habitado para poder
esparcirnos, deshacernos y ocupar ese hueco, plantar una bandera anónima: que
sea de todos con todas.
Venimos a olvidar. Como esa vez que nos fuimos juntos y
volví solo; quedó la marca que a veces logro no verla en el espejo mientras
ensayo un rezo. Olvidar es anestesiar el tiempo, cuidado: somos Tiempo. A veces
la alegría de complicidad amiga, la risa como faro, queda oculta bajo la
alfombra de la realidad que es ese parásito que de una escupida desaparece. Repetidores
que nos sorprendemos como niños que vuelven a intentarlo con la inocencia insistidora
que juega a cambiar las reglas.
La memoria viene hacia nosotros moldeando nuestro cuerpo que
es el monumento de los momentos, el barro por el que has pasado. Bibliotecas y
antros resguardan secretos vivos de la humanidad, las venas en los ojos saben
ver a través de la negación institucionalizada. Por eso llega este recuerdo,
por la acumulación informática que es tan fría como el cemento que oculta los
huesos.
Volver es una forma de ir. Perderse renueva los caminos, hasta para los muertos estarse quieto es un mito. Preguntar vincula historias fuera del tiempo, nos devuelve al encuentro.
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