lunes, 2 de diciembre de 2019

La ruta de ceniza.

La ruta de ceniza conduce al fuego. Cuatro veces tragué saliva, antes de continuar tomé una decisión. Nada me pertenece, algo ha cambiado. Las personas que amo son los mejores mundos posibles, me reciben de extranjero. Esquinas con orquestas populares que riman cánticos delirantes e invocan sonrisas subversivas, meriendas de truco. La ausencia no tiene brillor, ahí estaba como neblina en río seco. Alguien se preocupa por mí, me presenta a sus amigos y amigas pero se aviva que ahí mismo dejaba de existir. Yo, el instante. Dos veces más soplé aire viciado de dudas, contaminado de razones. Sin entender, pensaba. Creí comprender que nada había que pensar. La sonrisa era el destino final de donde partir, pegué un salto maravilloso hacia el futuro. Este recuerdo que habito sabe que no soy del barrio pero conozco sus mañas. Subo a la camioneta y andando veo los mismos árboles de siempre, de otros siglos. Escucho radio con esa señora que habla mientras fuma, bajo las ruedas sigue presente nuestro destino. Lejos están los residuos de polvo donde se ha quemado nuestra espera rodeados de colillas, caramelos con impaciencia. Nos vemos, seguramente, en algún momento. Cariños.

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